Toluca, Estado de México; 6 de agosto de 2023.
La lactancia materna es más que sólo alimentación, es un proceso no instintivo, construido socialmente, limitado o expandido por factores culturales, religiosos, de aprendizaje, o por fuentes de información moderna, etc.
Los seres humanos necesitamos de nuestra madre desde el momento de nuestro nacimiento para alimentarnos y continuamos con esta acción por meses hasta tener la capacidad de nutrirnos con otros alimentos y así, poder continuar con nuestro proceso de crecimiento y desarrollo.
Un instinto relatado en la historia
Esto se ejemplifica desde las antiguas civilizaciones con Hera en Grecia, Isis en Egipto y Rumia en Roma, deidades conocidas por sus atributos de fertilidad y lactancia (Rodríguez García, 2015).

Sin embargo, esta no deja de ser un acto que involucra el bienestar de la madre y el goce de su cuerpo para compartirlo con el recién nacido; también, la lactancia toma en cuenta no sólo la salud y las necesidades del bebé, sino las de ambos.
Si se cumpliera con la lactancia materna de forma exclusiva en todos los bebés del mundo, se podrían salvar alrededor de 823 000 vidas anualmente.
¿Cómo mejorar los procesos de lactancia?
Existen algunas recomendaciones y propuestas de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para aprovechar la lactancia de la mejor manera posible:
- Iniciar la lactancia en la primera hora de vida.
- No complementar la lactancia con agua.
- Dejar que el bebé decida la frecuencia con la que quiere recibirla.
- No utilizar biberones, chupones ni otros aditamentos para alimentarlo.

Dar lactancia materna exclusiva durante al menos los primeros seis meses de vida para, posteriormente, integrar alimentos complementarios, pero manteniéndola hasta los dos años, o más.
Con información de: UNAM