Ciudad de México, 19 de agosto de 2022.-
El Centro INAH Nayarit descubrió un centro ceremonial vinculado con actividades rituales relacionadas con el culto al agua a 640 metros del río San Pedro, en obras del Canal Centenario realizadas por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Comisión Nacional del Agua.
Arqueólogos informaron que tanto la fachada como la rampa frontal escalonada que daban acceso al recinto conocido como “La Terraza” estaban orientadas directamente hacia el río San Pedro, por lo que este templo seguramente funcionó como un importante punto de visita dentro del circuito procesional regional, vinculado con el ciclo ritual anual relacionado con las deidades del agua.
Los expertos señalaron que las evidencias descubiertas en el asentamiento se remontan a la época prehispánica y consisten en montículos, alineamientos de piedra que delimitan unidades habitacionales, muros de contención estructural y concentraciones de artefactos.
Los especialistas del INAH detallaron que el lugar se ubica en una posición geoestratégica importante, con acceso directo a uno de los principales ejes fluviales de comunicación entre las tierras bajas inundables de la costa y la Sierra Madre Occidental.
Mauricio Garduño Ambriz, responsable de los trabajos de rescate arqueológico en el sitio de “La Terraza”, explicó que las excavaciones controladas tuvieron lugar en el Montículo 1, la principal estructura arquitectónica del sitio y la mejor conservada.
El arqueólogo del Centro INAH Nayarit expuso que este promontorio artificial es de volumetría convexa y de base rectangular, con su eje longitudinal orientado de norte a sur, con un largo de 20 metros, un ancho promedio de 12 metros y con una altura actual de 0.53 metros sobre el nivel de la plaza circundante. Los sondeos arqueológicos permitieron corroborar que se trataba de una estructura arquitectónica construida con rocas y tierra limo-arcillosa compactada.
Garduño Ambriz describió que el registro de la estratigrafía interna permitió identificar dos etapas de ocupación en el sitio, la primera perteneciente al periodo Epiclásico y la más tardía relacionada con la cultura regional Aztatlán, del periodo Postclásico, registrándose una ocupación continua por parte de la población local de alrededor de ocho siglos, entre los años 500 y el 1350 d.C.
Durante los trabajos se recuperaron cinco vasijas de barro -tres ollas, un plato y un tecomate-, recipientes que fueron colocados como ofrenda dentro del relleno constructivo del Montículo 1, por debajo de los pisos.
Por otro lado, destaca el hallazgo de una urna funeraria in situ, que fue sellada con un plato colocado en posición invertida, a manera de tapa. Esta vasija contenía los restos de una cremación o incineración, práctica cultural que se generalizó entre la población asentada en las tierras bajas aluviales del norte de Nayarit y el sur de Sinaloa durante el periodo Epiclásico (600 – 900 d.C.).
El INAH apuntó que, aunque se pudo documentar que el Montículo 1 fue remodelado en su etapa de ocupación más tardía, aumentando su tamaño y volumen constructivo, resalta que la orientación general del espacio prehispánico, se conservó a través del tiempo.
El Instituto indicó que dentro de esta microrregión geográfica y cultural actualmente tiene lugar la celebración, por parte de los grupos originarios del Gran Nayar (coras, huicholes, tepehuanos del sur y mexicaneros), de la Muuchatena o la fiesta de los San Juanitos, que el 24 de junio congrega en torno al río San Pedro a numerosos habitantes de las poblaciones autóctonas y mestizas circundantes.
Dentro del ciclo ritual anual de estas comunidades tal festividad está vinculada con las deidades que propician la llegada de las lluvias, es decir, con el solsticio de verano. Al igual que el asentamiento prehispánico de “La Terraza”, el sitio sagrado de la Muuchatena se ubica justo a orillas del río San Pedro Mezquital, donde una de las principales ofrendas depositadas en el altar central de este recinto son los copos de algodón, que representan las nubes pluvíferas que propiciarán buenas lluvias y la obtención de buenas cosechas.
Con los datos se confirma que el culto al agua en esta región entre las comunidades originarias del Gran Nayar constituye una de las manifestaciones contemporáneas de la continuidad cultural y plena vigencia de la compleja tradición religiosa mesoamericana, por lo que la conservación integral de estos sitios sagrados y de su entorno natural debería de ser considerada como una prioridad dentro de las políticas y líneas de acción de carácter institucional, a nivel estatal y federal.
Con información de: Aristegui Noticias